Este libro puede interesar a quienes no viven instalados en la queja, pues encontrarán motivos para seguir reivindicando la escuela pública desde la pasión y el compromiso; a quienes gustan de las historias bien contadas y mejor escritas; a los que valoran la indagación sobre la experiencia docente como una fuente de saber pedagógico; a los que se han conformado, resignado e instalado en el fatalismo de que nada puede cambiar, pues encontrarán aquí motivos para la esperanza; a los que solo creen en las normas y consideran que la aplicación de fórmulas precocinadas solucionarán los problemas de la educación, porque verán lo que sucede en el aula y en la escuela desde otra mirada; a los formadores que se repiten en su manera de enseñar año tras año; a los que se reinventan en cada encuentro con los estudiantes; a los que se aburren con el quehacer diario en la escuela; a los que siempre encuentran resquicios para que se desate la imaginación pedagógica. A todos ellos y a quienes consideran que ser educador es una aventura que merece ser vivida y compartida va dirigido este libro. Seguro que encontrarán motivos, señales y aportaciones que les ayudarán a seguir con entusiasmo en estos tiempos extraños que vivimos.

(Del Prólogo de Fernando Hernández)

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