Al igual que el bipedismo del Homo erectus significó un paso trascendental en la historia evolutiva del ser humano -seguramente, el Homo habilis (ambos fueron coetáneos en África, por ejemplo) observó con recelo esa nueva forma de desplazarse por el mero hecho de la habitual resistencia al cambio-, en el acto de la comunicación, leer (y escribir, como el haz y el envés de una hoja, en este caso de la comunicación escrita) es el salto evolutivo que perfecciona la especie. Así, leer y escribir, aunque esta última acción no sea a mano, es la base de las relaciones sociales en la actualidad. Desde documentos legales o académicos, a instrucciones, entender un plano de metro o seguir una receta. Pero también el uso de internet ha favorecido que la comunicación escrita cobre una especial relevancia, ha acelerado ese proceso evolutivo en el que leer y escribir ya forma parte de nuestro ADN existencial.
Leer y escribir, como eje del desarrollo cognitivo con este grado de perfeccionamiento, es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia del resto de los animales y lo que nos evoluciona en la historia de la humanidad.
Esa es la lógica, la evolución del ser humano, pero, además, en las últimas directrices sobre la educación publicadas por la Comisión de Europa, la competencia comunicativa vehicula el aprendizaje como uno de los factores clave a desarrollar por la ciudadanía dentro y fuera del aula. La educación lectora como necesidad educativa en una Europa donde la comunicación, enmarcada en la era de las tecnologías, lucha por adaptarse a las necesidades subyacentes a la sociedad: entenderse sin ambigüedades ni malos entendidos, detectando fake news y manipulaciones, comprenderse lo más objetivamente posible