Raimundo Cuesta

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Los deberes de la memoria

Los deberes de la memoria

Este libro se inscribe en una línea de investigación que trata de concertar la crítica sociohistórica del conocimiento escolar con la construcción de una didáctica crítica. A ello se añade la preocupación recurrente sobre el valor educativo de la memoria del pasado, dentro de la problematización del presente y la apuesta por una didáctica de la historia orientada al estudio de problemas sociales relevantes.
Los deberes de la memoria de la educación busca exponer cómo es factible (no en vano se habla de sucesos ocurridos) generar dentro de una institución extraña y, por principio, reluctante a la crítica, un conjunto de experiencias escolares no convencionales capaces de movilizar el deseo (educar el deseo críticamente) hacia otra clase de escuela y otro tipo de conocimiento. El imperativo moral de la memoria, aplicado a la historia más reciente y conflictiva de nuestro pasado (la guerra civil, el franquismo, la transición…), deviene aquí en principio educativo que orienta un abanico de usos públicos de la historia dentro de los espacios y tiempos escolares de un centro de educación secundaria.
Este texto supone una continuación y ampliación expresiva, a modo de plasmación sintomática, de lo que se sugiere en el epílogo de Felices y escolarizados (Octaedro, 2005) a propósito de la necesidad de convertir la escuela en un espacio donde pueda hacerse efectivo un uso público de la historia. Y así se pretende plasmar, en un escrito breve y ágil, con algunos gráficos y documentales expresivos, el abanico de ideas y experiencias didácticas, de inspiración crítica, que han guiado la vida profesional docente de su autor en los últimos años.

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Felices y escolarizados

Felices y escolarizados

El discurso argumentativo de este libro se hilvana en torno a una mirada crítica y genealógica de la escuela en la era del capitalismo, tomando como principal objeto de estudio los procesos de escolarización universal y obligatoria, y sus implicaciones de todo tipo. Se trata de un ensayo de ensayos (como tales podrían leerse cada uno de sus capítulos) a contrapelo de la versión complaciente y feliz de educadores, pedagogos e historiadores, que, imbuidos de una acendrada concepción “progresista” del progreso, han venido atribuyendo a la escuela la virtud de ser fármaco milagroso contra todos los males sociales.

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