El diseño de un sistema público de educación fue obra de los liberales gaditanos, fruto de una concepción democrática basada en el dogma d la soberanía nacional y en la implantación casi universal del sufragio: la nación apareció como el sujeto titular del poder político y como el principal protagonista del nuevo sistema educativo. Lo que los diputados gaditanos crearon, bajo la influencia de Condorcet (el pedagogo de la democracia), fue un sistema educativo nacional, sometido únicamente a las leyes y a la dirección del Parlamento, ajeno a los vaivenes del poder ejecutivo, y, por ello, independiente del gobierno. Pero esta concepción sufrió profundas transformaciones con la llegada al poder del liberalismo moderado y la educación pública se convirtió en un organismo más de Estado, dependiente del poder ejecutivo, sometido a él y, en ese sentido, estatal. Ese proceso debilitó no sólo la formación del sentimiento liberal, sino también la de la misma formación del Estado liberal. Las consecuencias de esta mutación se detectan en el siglo XIX y, en parte, han llegado también hasta nosotros.

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