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Como profesores de lengua, el nuestro no es el arte de «enseñar», sino el arte de «no enseñar» la lengua: el arte de promover y gestionar una comunicación genuina que facilite a los alumnos adquirir las competencias que les permitan establecer, regular y mantener sus relaciones personales. Cuando decimos «lengua», queremos decir «comunicación»; y cuando decimos «comunicación», estamos refiriéndonos a todo eso que hacemos para relacionarnos con los demás. En realidad, por tanto, la lengua no se puede enseñar: más bien, hay que experimentarla, hay que hacerla.
Recorreremos, pues, las cuestiones clave de la didáctica de la lengua: en primer lugar, qué quiere decir «no enseñar» (no enseñar, sino promover y gestionar los procesos de adquisición y desarrollo de los alumnos); en segundo lugar, hay que no enseñar «qué» (o cuál es nuestro objetivo: las competencias comunicativas y las habilidades lingüísticas de los alumnos, como individuos y como miembros del grupo); y no enseñar, en todo caso, «cómo» (esto es, una metodología de aula basada en los contextos significativos); por último, no enseñar «quién» (o cuáles son nuestras funciones como profesores de lengua, a medio camino entre el sabio y el artista).
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Introducción
Arte de contagiar
No enseñar
La comunicación se hace
La Didáctica de la Lengua y la Literatura
Adquisición o aprendizaje de la lengua
No enseñar qué: las competencias comunicativas
Las competencias estratégicas
Actividades y estrategias comunicativas
Las competencias específicas
La estrella comunicativa
La interlengua
No enseñar qué: las habilidades lingüísticas
La comunicación oral
El lenguaje escrito
No enseñar cómo
El aula como espacio de comunicación
Las actividades de lengua
La planificación de aula
La evaluación formativa
No enseñar quién
Funciones del profesor de lengua
Entre el sabio y el artista
Conclusión
Referencias bibliográficas [/expand]